RAUL SENDIC
Un hombre luminoso
Jorge Selves
Hay hombres que oscurecen la vida de los pueblos, como si la pintaran de negro. Hace pocos días nos visitó uno, masivamente rechazado por la conciencia antiimperialista de nuestro pueblo y agasajado por la cúpula del gobierno. Así pasa con los genocidas en la historia: siempre encuentran una alfombra roja donde los débiles recogen sus migajas. Hasta que la historia los borra del mapa para siempre. Así pasó con Hitler y así pasará con mister Bush.
Pero hay hombres que aclaran la vida de los pueblos y, trascendiendo su muerte, la iluminan. Son pocos, pero imprescindibles. Son el sostén moral de millones de hombres y mujeres, jóvenes y viejos que siguen soñando con una sociedad más justa, más humana y solidaria. Hombres que con sólo mirar la cara a los que cambiaron tan groseramente el rumbo les recordarían que la vergüenza es un valor revolucionario... y que la honestidad no cotiza en la bolsa porque no se tranza.
Qué difícil es hablar de esos grandes hombres, que se metieron en nuestras cabezas y en nuestros corazones como un índice de hierro. Forjadores de conciencia, luchadores incansables, no les alcanzó una vida para abrir caminos y siguen en el surco.
En el de los más humildes. Porque en el surco de la caña está Sendic, mitigando el sudor de los peludos, que con el verso de la tierra propia pasan del patrón gringo al patrón Estado.Como está en la fábrica recuperada por el obrero que hace de un espacio abandonado por el capitalista un lugar colectivo para pelear la vida.
En el camino del estudiante también está Sendic, cuando tiene que elegir lucrar con la profesión o volcar a la gente el porvenir. En los intelectuales también está Sendic, cuando tienen que elegir vender ideas para vivir o vivir para aportar ideas por las que vivir.
En el del militante honesto siempre está Sendic, “El Bebe”, por encima de banderas. Forjando la unidad sin exclusiones, rechazando aparatismos. Disparando sarcasmo al discursismo y mirando lejos, tan lejos que a veces nos costaba seguirle la mirada.
Ese fue su lugar privilegiado en el 50, el 60, 70 y el 80, donde desde el fondo de un aljibe se anticipó como nadie al problema de la deuda externa, demostrando que su única solución era el no pago. Estableció con meridiana claridad la relación entre la deuda externa e interna, la extranjerización de la banca y el latifundio, como enemigos directos del pueblo y los responsabilizó de su pobreza extrema. Y una vez más, ya sin moto y sin campera, plantó sus banderas: el plan por la tierra y contra la pobreza, como solución global e inmediata para las penalidades del pueblo trabajador.
Forjó las herramientas: el movimiento por la tierra y contra la pobreza.(Una vez le pregunté ingenuamente: “¿Cómo es eso de luchar contra la pobreza?” y me contestó: “Es que hay tanta que ya es un enemigo a erradicar con urgencia...”).
Y soñó, porque no pudo verlo, con un Frente Grande, un gran aparato político del pueblo construido desde abajo y sin exclusiones, capaz de aislar y quebrarle el espinazo a la oligarquía financiera y terrateniente.
Lo planteó sin mezquindad, porque ningún dirigente de la izquierda uruguaya estuvo más lejos de vanguardismos que Sendic. Su ausencia de personalismo y su humildad le permitían en cada minuto ver un quehacer para todos los que esperaban un cambio de verdad.
Un 16 de marzo de 1925 nacía este hombre luminoso, que sigue aclarando la vida de los pueblos. De sus hazañas y proezas ya hay libros, películas, anécdotas. Allí aparece el guerrillero heroico, el rehén más castigado, el fundador de sindicatos cañeros, remolacheros, arroceros...¿elige uno la rima o la elegía él? La elegía él, Sendic, porque buscaba en el norte a los más olvidados de su tierra. El clandestino más buscado, el como Artigas tupamaro. El hombre más venerado por los de abajo, aquellos que custodiaron su féretro más de 20 kilómetros con claveles rojos hasta su última morada en el cementerio de La Teja. Y el más odiado por los de arriba, que nunca pudieron doblegarlo ni colocarlo con sus cámaras mediáticas en un cómodo sillón de gobernante.
Es bueno que todo esto se conozca porque hace a su memoria. Pero también es necesario, imprescindible como fue Sendic, que se conozcan sus ideas, esas que de tan vigentes aclaran la vida de los pueblos, iluminan las ocupaciones de tierra y de fábricas abandonadas por el lucro y recuperadas por el proyecto colectivo. Tu proyecto, Raúl, fue colectivo. ¡Feliz cumpleaños, Bebe!
Y quedate tranquilo que en todos los surcos que sembraste hay un vivero de pequeños Rufos colectivos, rebeldes y tozudos. Quién te dice que de tanto germinar juntitos no hagan de tu sueño, en esta tierra, un paraíso.
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